Eran las cuatro de la mañana cuando un llamado me despertó sobresaltado, aun dormitaba entre la oscuridad de mi cuarto y apenas podía entender con claridad las palabras que se escuchaban del otro lado del teléfono, así que agudice mis sentidos y recién ahí pude darme cuenta que algo estaba sucediendo. Nadie se prepara para recibir esta clase de noticias, pero una vez que son un hecho, no podés escapar de ellas; aquel llamado nocturno había sido el preludio de lo que se transformaría en una nueva realidad para mí y mi familia. Tarde en llorar, tenía la responsabilidad de sostener a mis seres queridos cuando todo se nos derrumbaba en un instante, pero cuando apenas pude delegar mi papel de mando, rompí en un llanto desolador que me permití por algunos segundos.
Aquel día pude ver por primera vez en mi vida a todos mis familiares y amigos juntos, siempre pensé que eso sucedería en alguna fiesta de casamiento, pero no fue así, ese día, todos ellos tenían lágrimas de tristeza en sus ojos. Los días siguieron con altibajos, pasaba de un momento de paz absoluta a otro de una profunda amargura, también apoyaba a mi papá y a mi hermana, ellos la extrañaban igual que yo, pero no podían encontrar aquella paz que se encargaba de darme un poco de aire fresco. Además, mi mente se obstinó en repasar los momentos que compartí con ella antes de su partida, me resultaba imposible esquivar esos pensamientos, pero también me daba cuenta, que no eran para nada beneficiosos, un manto de depresión e incomprensión me cubrían cuando me dejaba vencer por la melancolía de aquellos recuerdos.
Y no solo yo estaba pasando por esto, mi familia también sufría por lo mismo. Así fue como comencé a sentirme mal y a entrar en un círculo vicioso que rescata sólo los malos momentos de la vida, poco a poco perdí el sentido de las cosas y sentí que ya no había nada más que me importe. Pero fue ahí, cuando experimenté vivir una vida vacía, que me di cuenta que realmente no lo estaba, simplemente, en ese momento, no me permitía ver su interior.
Continuaba confundido, pero ahora comprendía que volver a sentirme bien, solo dependía de cómo focalizaba las cosas. Saber esto me ayudo a levantarme y volver a buscar un horizonte más grato del que hasta ahora estaba viviendo. Entendí que tenía que dejar de alimentar mi mente con recuerdos que me hacían mal, lo cual no significaba olvidarla, sino que simplemente, debía dejarla ir. Comprendí que la partida de un ser querido no tiene como objetivo hacernos sufrir, sino que este suceso, conlleva un propósito mayor del cual todos formamos parte y es necesario comprenderlo para poder transitar esta vida en paz. Hay momentos en que me encuentro cansado y vuelvo a caer en ese vicio mental, nunca dije que fuera fácil vencerlo, pero a medida que va pasando el tiempo, me doy cuenta que mi lucha se hace cada vez más fuerte y mi entendimiento más claro.
Que todos los que la quisimos y la queremos podamos entender que nadie muere, simplemente nos vamos al lugar del cual pertenecemos y ahí continuamos nuestra vida de una forma más sutil y elevada, esperando volver a encontrarnos con todos nuestros seres queridos, que aun tiene como trabajo…..,
vivir la vida…, no sufrirla.